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sábado, 30 de junio de 2012

Obediencia indiferente

Yo era suave como un cuervo, ella volaba sin alas.
Lo de no dormir en las noches, ya no servía de nada.
Un cielo estrellado por que batir mis alas negras.
Cómo puedo guiarla, si ella no tiene alas.

Cayó el muro que aguantaba las emociones; 
la noche presentaba lluvias, confusiones.
La noche parecía pesada, aturda;
confío en que mañana no quede nada.

Apareció desnudo un rayo de sol,
trajo con él una sombra, sabía que era ella.
Tras un giro de cabeza: palidez
era la sombra de una abubilla.

Seguía la carretera: a un lado el desierto; al otro, la ciudad.
No sabría dónde girar, en cualquier sitio mi cuerpo ha de morir.
Mi alma volará y volará hasta que se encuentre con un espejo:
donde no podrá ni verse, ni escucharse: ni sentirse.

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