Vistas de página en total

domingo, 8 de enero de 2012

EL fin de las normas

Hay que aprender en esta vida unas reglas muy sencillas.
La primera de ellas es que no esperes ser respetado por alguien a quién hayas aportado algo de humanidad. siempre hará todo el mal ajeno posible, y no se centrará en ti precisamente.
La segunda, y no menos importante es que siempre has de se tú mismo. Comportarte como tal, no como quieres que ellos te traten. Eso es un gran error, un error fatal.
Has de enseñar a tu compañero - véase pseudo-compañero - de tiempo circunstancial compartido, a cómo quieres que te trate; así se ganan puntos en ésta vida.
La tercera, puede ser más complicada de hacer, pero no de meditar. Nunca repitas una acción que está bajo tu punto de vista y de cualquiera mal de hacer... traerá muy grandes problemas y graves consecuencias a tu vida.

Si tu madre te dice algo, algo relacionado comparando a elegir entre el amor de ella ú otra cosa. Por ejemplo: "Si me quieres... deja de hacer tal". Hazlo, y deja de hacer "tal" cosa. Acabarías de no hacerlo poco a poco con su vida. De no hacerlo... se desmoronaría la realidad. Seguirías viviendo feliz de no hacer ese caso maternal. Tu madre se iría consumiendo poco a poco. Llega el día que chocas contra el muro. El muro que se provoca al ver que no es tu madre, con la que hablas sobre qué hay para comer. Ella ha ido poco a muchos distanciandose de ti.
Tú dirás: "yo he decidido vivir así. Déjame en paz". Éstas son las ocho palabras que existen para romper el corazón a tu madre.

Yo ahora estoy en la fase de que todos los días son domingo. Me encuentro fatal. He observado el mundo. Vacío. Vacío como un supermercado tras un holocausto zombie. No reconozco nada, como si me hubieran transplantado el corazón de una vaca y los ojos de un camaleón. Quiero desaparecer, pero salgo a la calle. Trato de recordar y decirme a mí mismo que es domingo y sólo tengo 16 años. No sé por qué me domina la sensación, a veces cáustica de preguntarme "qué hago aquí. Yo debería de haber nacido en otro planeta y que cada día me doy más cuenta de que estoy equivocado de planeta."
Llega la hora de acostarse. No tengo sueño alguno y me pongo a pensar en que soy el ser humano más mierda y rastrero que existe. Es un sentimiento fácil que todo el mundo ha tenido, al menos, en mente cinco veces al medio año.
Pensamos eso porque reaccionamos a ciertos deseos rotos. Odiamos a nuestros amigos. A nosotros mismos. Sólo deseamos desaparecer. Está en nuestra cabeza y nada más.
Aun morir. morir es algo condescendiente en nuestra mente. Consideramos con consideración nuestros propios pensamientos para que así sea y se vayan. Nos dejen tranquilos y que ya de una vez, salga el sol por la ventana y nos levantemos para ver el día que nos depara. El ser humano. La raza humana. La raza que hace que nuestra madre derrame una lágrima por no ser buen ser humano.
No durará mucho.