Un sueño que tú nunca me robarás.
Una sonrisa que crece, y el odio se disuelve;
en la rutina yo no siento,
tú no crees... Yo no miento.
Y ahora con cada nota, ya la sangre no hierve.
Solo el cantautor que hay en tu sonrisa habita el feo de mi garganta,
que grita y ama, que bien ensancha y aclara las palabras que un día fueron muertos.
Todos estamos ya muertos.
Los cuentos del dinosaurio feroz con sus amigos devorados,
que sin saberlo, al terminar de contarle su vida engulle
como cual cabrón.
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