El jueves solo sirve para saber que aún sigues jodido por la mierda de semana que ha transcurrido. Lo único que busco es fumarme un porro y ver una película de las que me dejen ralladísimo, aunque de por sí, al haber fumado ya, me ralla hasta estar vestido.
El fluido rojo inunda las cavidades de mi pene; latido a latido se llena de amor y crece. Una erección. Me hago una paja y poco a poco, casi de repente, me quedo dormido.
Tan sólo son las 16:00 y mi cuerpo desea alimento; yo sólo puedo ofrecerle la porquería que hay en mi cocina; pero sí, quedará satisfecho.
Una lata de piña. Caducada. Para dentro.
Qué curioso es que mis conversaciones mentales se transformen en palabras. Y si pienso, hablo. Y si hablo, creo que lo hago mal y me rio como un endemoniado.
-Jajajajajajajaja -me carcajeo-.
-Dentro -pronuncio-. Dentro, dentro, dentro-dentro -vocalizo-.
Esa palabra me ha hecho sentir curiosidad, no puedo parar de repetirla porque no le encuentro el sentido.
-Dios, qué hambre tengo ¡JODER!, gilipollas.
Me como -después de cortarme el dedo-, la lata de piña caducada en almíbar (sin gluten) y una barrita energética de sucedáneo de avellanas del Este de la Europa Oriental. Pienso en voz alta: con esto cago que flipas.
Me llama mi novia y mi estómago se ha curado del hambre. Por un rato creía que me moría del dolor y sólo pensaba en comer y en que iba a morir. He quedado con ella a las 18:00. Vamos a follar, lo sé.
Pink Floyd me llama.
Según voy camino de mi cuarto, un espejo deformado se topa conmigo y me cruzo con mi mirada enferma y cruda.
-Qué feo eres -digo-.
-No, no eres tú -me dice mi reflejo-.
Me tiro en la cama y el perro tiene todo el chumino y el ojete en mi almohada. Sí, me la suda. La música empieza a sonar, o a fluir. La suave introducción de la canción “Shine On Your Crazy Diamond” se ha colado por todos, TODOS los orificios de mi cuerpo.
Ring-ring-ring... ring-ring-ring... ring-ring-ring...
-¿Hmm? Ouaaaghhahhgghooooaghhh... -bostezo-.
Me he dormido y llego tarde a la cita con mi novia.
-Dios gordi, qué polvazo... -enuncia ella-.
-Gñdssrr -disimulo de un pedo que me acabo de tirar-.
-ujjujj Te quiero.
-Y yo a ti.
Se la volví a meter, se corrió y no me pidió más, pero lo volví a hacer. Fui máquina insaciable de follar y era lo único que necesitaba: seguir mentiéndola y justo antes de correrme, sacarla para manchar de semen las sábanas rojas de mi amante.
Algo me pinchó justo en la zona lumbar cuando iba a pronunciar una de mis barbaridades poéticas. Y noto que una bola de aluminio recorre mi uréter izquierdo y así dirigirse a la vejiga para dios sabe por dónde salir... Me desmayé.
Desde entonces ya sólo como verdura.
Ficticio Urdiales
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