(Recomiendo leerlo con esta canción a piano:
)
#Testamento 1
-Criatura 1:
Mi vida nunca cobró sentido. Vanas esperanzas se cruzaron en mi camino de alcanzar ser grande y fuerte; poder vivir en compañía de mis demás compañeros. No culpo mi madre de que me abandonara, sinceramente no culpo a nadie. Mi madre fue la que me cuidó como pudo, pero no pudo hacerse cargo de mí.
La vida fue injusta conmigo, una pequeña criatura del mundo en dónde vivimos.
Cuando no te queda un aliento, cuando te sobra el pensamiento y te falta la energía para poder gritar y decir: ¡AQUÍ!, ¡AQUÍ, POR FAVOR, AYÚDENME! Caes en depresión, tu sangre se va deteniendo. Tu temperatura desciende, hasta que eres hielo. Si no te mueves, mueres. Si no estimulas tu instinto animal con algo, mueres. Si no sube tu temperatura, tu sangre se detiene, y mueres.
El día que me rescataron al fin pude ver qué de injusta es la vida.
Yace mi cadáver enterrado en el campo.
-Madre:
La felicidad se cierra cuando llega la imagen del recuerdo de la criatura que rescaté de su propio destino, para que luego desapareciera de nuevo, hundida en su propio destino.
La falta de fuerzas, el dolor, la angustia y la pasión se juntaron, todos juntos, todos en uno. Ocurrió cuando paseaba por el campo, el poco campo que resta la metrópoli de mi hábitat. La vida fue injusta ese día. Bajo el puente decidí buscar refugio, huyendo de las criaturas de las que vivo rodeado. Nunca debí de haberme acercado, cuando te conviertes de héroe a asesino, la situación es horrible y oscura.
El sentido me llamó la atención cuando mi oído fue estimulado por el sonido de una criaturita. Maldito día. Malditos minutos y malditos sentimientos que hace tiempo para mí ya murieron, aquí ahora perduran, imperecederos para ayudar a vivir. No. No debió; no debí. Esa criatura debió de estimularse con mi presencia. La pobre criatura famélica, moribunda. El destino o el fin del mundo dijo que nos encontráramos en ese preciso lugar del mundo, entre la húmeda vegetación de la primavera. Entre dos ramas, con afiladas púas como agujas, salían de sus lomos; se hallaba la criatura. Sollozaba, pequeños grititos que son propios de alguien quién ha sufrido desde que es lactante y no tiene a nadie a quién recurrir.
"Te odio" quise haber gritado. La conciliación de sentimientos, lástima, amor, piedad y pasión… Claustrofobia en mi corazón. ¿Por qué? porque es una criatura como tú mismo… Con vida. Sus últimas esperanzas las depositó en mí. Sus últimos alientos desgarrados fueron para mí, y así fue, que lo consiguió, que quise ser Ser Humano, por un día aleatorio…
Al llegar a casa con la criatura, me debatí por darle la clemencia y que partiera a ser feliz a otro mundo. Pero no es así, yo no puedo elegir matar, yo no puedo elegir morir.
De todas formas hubiera sido lo más sensato, haberle dado misericordia y que hubiera descansado su cuerpo como el de sus cuatro hermanos que allí permanecían inmóviles, unos contra otros amontonados, en una bolsa azul de basura, junto a más basura, como si esas criaturas que allí permanecen no tuvieran el mismo derecho a vivir menos que de el ser que hizo eso. Sobrevivió el más fuerte, el que aguantó hasta que un ser más grande estimuló su oído ya muy frío por la sedante hipotermia, y dar su último grito, y así poder llamar la atención de ella; un ser Madre, o la luz Madre. La vida fue injusta para ambos.
Dos noches, bien. En la mañana, tras la segunda noche de cuidados, la criatura partió hacia su mundo espiritual y mi alma perdió carga, pero ganó desconfianza y menos amor por las personas…
Claustrofobia en mi corazón.
Francisco Urdiales
Es el borrador de un trabajo largo que tengo escrito desde hace tiempo. Es algo que nunca podría dar el paso a sacar por completo, y necesito ayuda para así motivarme y publicarlo en formato digital o en la revista.
Gracias por leerlo.
Mi vida nunca cobró sentido. Vanas esperanzas se cruzaron en mi camino de alcanzar ser grande y fuerte; poder vivir en compañía de mis demás compañeros. No culpo mi madre de que me abandonara, sinceramente no culpo a nadie. Mi madre fue la que me cuidó como pudo, pero no pudo hacerse cargo de mí.
La vida fue injusta conmigo, una pequeña criatura del mundo en dónde vivimos.
Cuando no te queda un aliento, cuando te sobra el pensamiento y te falta la energía para poder gritar y decir: ¡AQUÍ!, ¡AQUÍ, POR FAVOR, AYÚDENME! Caes en depresión, tu sangre se va deteniendo. Tu temperatura desciende, hasta que eres hielo. Si no te mueves, mueres. Si no estimulas tu instinto animal con algo, mueres. Si no sube tu temperatura, tu sangre se detiene, y mueres.
El día que me rescataron al fin pude ver qué de injusta es la vida.
Yace mi cadáver enterrado en el campo.
-Madre:
La felicidad se cierra cuando llega la imagen del recuerdo de la criatura que rescaté de su propio destino, para que luego desapareciera de nuevo, hundida en su propio destino.
La falta de fuerzas, el dolor, la angustia y la pasión se juntaron, todos juntos, todos en uno. Ocurrió cuando paseaba por el campo, el poco campo que resta la metrópoli de mi hábitat. La vida fue injusta ese día. Bajo el puente decidí buscar refugio, huyendo de las criaturas de las que vivo rodeado. Nunca debí de haberme acercado, cuando te conviertes de héroe a asesino, la situación es horrible y oscura.
El sentido me llamó la atención cuando mi oído fue estimulado por el sonido de una criaturita. Maldito día. Malditos minutos y malditos sentimientos que hace tiempo para mí ya murieron, aquí ahora perduran, imperecederos para ayudar a vivir. No. No debió; no debí. Esa criatura debió de estimularse con mi presencia. La pobre criatura famélica, moribunda. El destino o el fin del mundo dijo que nos encontráramos en ese preciso lugar del mundo, entre la húmeda vegetación de la primavera. Entre dos ramas, con afiladas púas como agujas, salían de sus lomos; se hallaba la criatura. Sollozaba, pequeños grititos que son propios de alguien quién ha sufrido desde que es lactante y no tiene a nadie a quién recurrir.
"Te odio" quise haber gritado. La conciliación de sentimientos, lástima, amor, piedad y pasión… Claustrofobia en mi corazón. ¿Por qué? porque es una criatura como tú mismo… Con vida. Sus últimas esperanzas las depositó en mí. Sus últimos alientos desgarrados fueron para mí, y así fue, que lo consiguió, que quise ser Ser Humano, por un día aleatorio…
Al llegar a casa con la criatura, me debatí por darle la clemencia y que partiera a ser feliz a otro mundo. Pero no es así, yo no puedo elegir matar, yo no puedo elegir morir.
De todas formas hubiera sido lo más sensato, haberle dado misericordia y que hubiera descansado su cuerpo como el de sus cuatro hermanos que allí permanecían inmóviles, unos contra otros amontonados, en una bolsa azul de basura, junto a más basura, como si esas criaturas que allí permanecen no tuvieran el mismo derecho a vivir menos que de el ser que hizo eso. Sobrevivió el más fuerte, el que aguantó hasta que un ser más grande estimuló su oído ya muy frío por la sedante hipotermia, y dar su último grito, y así poder llamar la atención de ella; un ser Madre, o la luz Madre. La vida fue injusta para ambos.
Dos noches, bien. En la mañana, tras la segunda noche de cuidados, la criatura partió hacia su mundo espiritual y mi alma perdió carga, pero ganó desconfianza y menos amor por las personas…
Claustrofobia en mi corazón.
Francisco Urdiales
Es el borrador de un trabajo largo que tengo escrito desde hace tiempo. Es algo que nunca podría dar el paso a sacar por completo, y necesito ayuda para así motivarme y publicarlo en formato digital o en la revista.
Gracias por leerlo.
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